sábado, 2 de octubre de 2010

Diez personajes indispensables en la feria de comida venezolana

Cada vez más, estos lugares se han convertido en la opción gastronómica más económica del venezolano común. La próxima vez que se siente con su bandeja,  eche un vistazo a estos personajes en la mesa de al lado
Por Pedro Camacho

10 El prueba muestras

Confía fielmente en que no hace falta dinero para comer en una feria de comida. Suele comenzar su “almuerzo” desfalcando al señor que tiene las muestras de kibbe frito frente al sitio árabe, mediante un elaborado plan que incluye pasar unas cinco veces por el mismo sitio cambiándose la gorra y el suéter para que no lo reconozcan. Luego, su rutina lo lleva al sitio mexicano y sus muestras de salsas y tortillas; al lugar donde te dejan probar los pollos que sirven y a cualquier otro sitio dispuesto a alimentarlo de gratis. Para finalizar y para quitarle el sabor salado de lo gratis, recorre todas las heladerías para acabar con sus paletitas al probar todos los sabores: desde mantecado con chispas de chocolate hasta helado de guanábana. Obviamente, siempre hace caso omiso a las miradas asesinas de los empleados.

9 El que come por kilos


Siempre me he sentido como si fuese una pieza de ganado vacuno cuando pienso en mi almuerzo en términos de kilos y no de platos, pero lo cierto es que los sitios que pesan la comida suelen ser una opción bastante viable en términos económicos y la comida suele ser de mejor calidad que en otros lugares de la feria. Este personaje ya tiene estos lugares descifrados por completo: las ensaladas suelen pesar menos y ocupan más espacio; se deben evitar por completo pechugas de pavo y otros elementos notoriamente pesados y, por último, los pancitos por lo general no te los cobran, así que no hay problema en abarrotar la bandeja con ellos. A pesar de que muchas veces es difícil para uno calcular cuánta comida es exactamente un kilo y se termina pagando siempre de más, este personaje tiene una capacidad asombrosa para no excederse nunca del monto que pretende gastar. Este talento sólo se compara con el de los sujetos que cuentan cartas en los casinos o de quienes son capaces de calcular, a simple vista, cuántas piezas de equipaje caben en la maleta de un Aveo.

8 La mujer de las promociones

Tener uno de estos personajes en nuestro círculo de amigos puede resultar algo sumamente útil. Está enterada de todas las ofertas, promociones, 2x1, 50% menos y “postre gratis con la compra de este combo” existentes a lo largo y ancho de la feria de comida. Suele dividir su conocimiento en días y horas, de manera tal que sabe con seguridad cuál es el sitio más barato para comer de lunes a lunes, sea desayuno, almuerzo o cena. Sólo compra periódicos por la posibilidad de encontrar cupones. Por algún motivo, siempre la veo teniendo la misma discusión con los cajeros de los locales de comida rápida, propiciada por su inhabilidad para leer las letricas casi imperceptibles que dicen “promoción válida hasta…” en el eje inferior del cupón. Si revisamos a fondo su cartera, encontraremos cupones con promociones para sitios que ya cerraron hace tres años no sólo en Venezuela, sino en Latinoamérica.

7 El Mc fanático

Su infancia, plagada de nuggets, sundaes y muñequitos de la película de Disney del momento, hicieron de él un ser con una adicción anormal a los famosos arcos dorados. Lo más probable es que el constante bombardeo diario de imágenes de este sitio y el contagioso olor a papitas fritas cada vez que se encuentra a una distancia de 40 metros a la redonda de uno de los locales, lo hagan tan vulnerable a caer en las garras de un Big Mac cuando llega a la feria de comida. Es de esos sujetos que prefiere irse por lo seguro en el almuerzo, por lo que además también suele pedir el mismo combo, con el mismo sabor de refresco y un infaltable sundae de mantecado con caramelo. Sus hijos seguirán su legado al ser invadidos desde niños con cajitas felices para aplacar su hambre y juguetitos desechables para luchar contra el aburrimiento. Hay una subespecie de este personaje: aquel que se para en medio de la feria con sus acompañantes y da una larga mirada alrededor de todos los sitios, a pesar de saber que terminará por decirle a los demás en un tono de resolución: “Será McDonalds, ¿no?”

6 El exótico

El antagonista del personaje 7. Su experiencia en la feria es un fiel reflejo de la manera como vive su vida: nunca sabe qué va a pedir y confía de forma dogmática en las posibilidades que le ofrece arriesgarse. Esta naturaleza curiosa lo lleva a querer probar ciertos días comida tailandesa; otros, un plato mixto mexicano y en algunos, contra todo pronóstico, sólo unas galletas de Subway. Una consecuencia lógica de esta forma de ser es que ha sufrido una variedad de problemas estomacales e intoxicaciones que, en vez de aplacar su complejo de explorador culinario, sólo logran avivarlo. Su deseo por probar ciertos sabores suele ser directamente proporcional a la distancia que habría que recorrer para comer esa comida en su país de origen; por lo tanto, prefiere principalmente comidas asiáticas, luego comida árabe, luego italiana y así sucesivamente hasta llegar al último alimento en la escala: una arepa.

5 La comepollo

Se debate entre dos títulos igualmente representativos: el de la persona que más come en la feria y el de la persona que más se ensucia mientras come. En cuanto a lo primero, perdió hace años la pena por pedir un tobo de pollo, puré, papitas fritas, maíz y una Coca Cola extragrande, todos en la misma sentada. Sus amigos aprendieron a quererla así con su apetito voraz, sin importar las miradas de asombro de los demás.   Con respecto a lo segundo, suele no prestarle atención al hecho de que no existe alimento más desastroso para comer que el pollo frito, un alimento que deja marcas, olores y manchas en nuestra piel, cual si hubiésemos sido abusados por un pollo de dos metros durante el almuerzo. Si algún día nos encontramos en la situación de querer sobornarla con algo, no existe nada que ilumine más el brillo de sus ojos que una ración de alitas. Fritas: alegría grande. Al estilo Buffalo: júbilo desbordado.

4 La postrera

Prefiere ver la feria más en términos de postres que de comidas completas. Churros, helados, golfeados, cinnamon rolls… Ninguno se ha salvado de sus dulces tentaciones. Más que cualquier otro de los personajes en la lista, que responden a necesidades genuinas de alimentarse, la postrera suele regirse por el principio del antojo, sólo comparable con el de mujeres embarazadas (vale acotar que en los casos en que la postrera está embarazada y se encuentra en una feria, no existe nada, NADA, que pueda desviarla de ingerir cuanta tentación azucarada se atraviese en su campo visual). Suele tener a su lado a su pareja, un ser de paciencia ilimitada que debe estar alerta a partir de las 5 de la tarde de cada día para cuando la reserva dulce de su novia/esposa esté por agotarse. Llamemos a esta labor una “guardia golosa”. He presenciado con mis propios ojos cómo, en uno de esos domingos de flojera, la postrera -que lleva desde que se despierta echada en su cama viendo televisión- brinca cual alarma de incendio al decir las palabras mágicas: “¿Alguien se anota en un helado?”

3 La pellizcona

Su grito de guerra es, probablemente, la frase más engañosa jamás pronunciada: “no tranquilo, yo ya almorcé…”. Aquellos que se dejen convencer por ella serán víctimas de un intempestivo ataque a su bandeja al arribar a la mesa bajo la excusa del famoso “te voy a quitar un mordisquito…”. Generalmente, su falta de hambre inicial viene ligada a dos factores: por un lado el hecho de que no quiere engordar y, por el otro, el hecho de que nunca tiene plata. Pero ninguno de esos factores va a limitar que desfalque los platos de todas sus amistades a punta de pellizcazos. A la larga, su extraño plan resulta en que come más que nadie y no gasta ni un centavo. Una verdadera experta en psicología inversa.

2 El comesano

Resultado lógico de los movimientos modernos anticalorías y prosalud, se encuentra el comesano, un sujeto que prefiere los confines de su propia cocina a la hora de comer, pero cuya vida laboral y círculo de amistades obligan a asistir contra su voluntad a ferias de comida. Ha entendido, con el tiempo, que esto no necesariamente tiene que traducirse en cosas fritas acompañadas con más cosas fritas encima de una cama de cosas fritas, sino que es posible hallar cosas saludables como lechuga y cebolla, incluso si no se encuentran entre dos panes de hamburguesa. Tener a una de estas personas comiendo con uno puede llegar a ser una experiencia muy desagradable, sobre todo si empieza a hablar de lo importante que es la nutrición y lo dañinas que son las grasas mientras sostenemos con nuestras manos una hamburguesa enorme que tememos soltar por miedo a que se abra a causa de la cantidad de tocineta, queso fundido y papitas molidas que golosamente le colocamos.

1 La come sushi

¿Sabían que Caracas es la segunda ciudad del mundo en consumo de sushi per capita, sólo superada por Tokio? Este dato lo acabo de inventar, pero no me extrañaría en lo absoluto si fuese cierto. Solamente en Los Palos Grandes hay más locales de sushi que casa residenciales. La come sushi fue producto del inicio de la moda japonesa en Caracas y, desde entonces, no pasa una semana sin ingerir roles. Tiende a ser un poco pretenciosa y vestir a la moda del momento. Aprendió a usar los palitos chinos a la tierna edad de los nueve años. Entre sus características negativas está que se suele burlar de aquel que no le gusta la comida japonesa, aludiendo que “no le gustan esas cosas crudas” y de aquellos inexpertos que sólo conocen el California y el Alaska. Tiene los menús de más de 40 sitios de sushi en su memoria, clasificados por ingredientes y por precios.