10 La busca ofertas
Guerrera de la economía ahorrativa, se especializa en hacer mercados de más de tres horas, aproximadamente 20 minutos por cada pasillo. Si existiese un museo de personajes del supermercado, el busto de la busca ofertas tendría un frasco apuntando hacia un verificador de precios y la otra mano acomodándose los lentes para no equivocarse al leer.
9 El que nunca ha ido al mercado
Si el personaje anterior pasaba tres horas en el mercado sorteando precios, éste pasa la misma cantidad de tiempo desorientado, sin poder encontrar nada de lo que necesita. Se puede identificar con facilidad ya que es la persona que más vamos a ver durante nuestra permanencia en el mercado, caminando de un lado a otro sin cesar con cara de perdido y el carrito estacionado en un pasillo para no tener que rodarlo por todos lados.
8 La que recuerda algo mientras hace la cola
Mi personaje favorito en el conteo. Cuando ya está en la cola es que empieza la parte más ajetreada de su mercado, un “corre corre” frenético por encontrar la mayor cantidad de artículos olvidados mientras su acompañante (que suele ser su hijo) le guarda el puesto en la fila, vaciando de la manera más lenta posible el carrito para darle tiempo a su madre a que encuentre todo.
7 La viejita abusadora
Advertencia: su carita dulce es sólo una fachada. Detrás, yace una señora inclemente, con la única meta de querer terminar su mercado rápido para poder sentarse otra vez en su sofá. Por lo general, suele utilizar su coraza de abuelita tierna para adelantársenos en la fila de la carnicería y en la fila para pesar las frutas y los vegetales antes de culminar su jornada en la fila de la caja. Es aquí donde aplica su plan más despiadado: primero engatusa a una inocente víctima para que le dé su puesto, señalándole que tiene sólo unos pocos artículos en la mano. Luego, apenas cede, llama a su nieto que trae un carrito abarrotado de compras para que ocupe su lugar. Tenerla adelante en la fila es también una lenta tortura ya que, por lo general, paga el mercado con puros billetitos de 5 y de 10 que va contando uno por uno hasta llegar al monto total.
6 La señora de las hortalizas
Palpando melones y manipulando cerros de tomates se encuentra la señora de las hortalizas, una mujer cuyos años de experiencia en supermercados y fruterías le han enseñado que las frutas y los vegetales hablan, tienen lenguaje corporal y cambian de acuerdo al día. Menear aguacates para sentir la pepa y tocar patillas como si fuesen puertas son gestos de esta señora, una especie de Doctor Dolittle de hortalizas.
5 El empaquetador
Por lo general son expertos en determinar la distribución perfecta de los artículos de mercado en bolsas. Dos reglas básicas: doble bolsa para las que son muy pesadas (esto generalmente lo aprende por ensayo y error, al rompérsele una bolsa llena de cervezas individuales y melocotones en almíbar justo al llegar al carro estacionado del cliente) y los huevos van en una bolsa aparte (al menos de que se quiera hacer la mezcla del perico de una vez, en cuyo caso es recomendable lanzar en la misma bolsa tomate y cebolla picadas y colocar esa bolsa debajo de las demás). A partir de estas reglas los estilos varían, respetando la concordia del contenido (el jamón, el queso y la mantequilla en una bolsa, los productos de limpieza en otra). Si ocurre cualquier alteración de esta simple armonía, terminaremos comiendo “sanguchitos” con sabor a jabón azul.
4 Los niños del carrito
Aún recuerdo la fascinación que me producía llegar a un mercado cuando era niño y correr como un desquiciado al volante de un carrito, sin importarme la cantidad de personas que pisase con las ruedas en mi recorrido, ni el dolor que inevitablemente le causaba a la señora que frenaba mi viaje por completo con sus piernas. Si hoy día pudiese tener un encuentro con ese niño que fui, probablemente lo agarraría por los brazos y lo colocaría de cabeza en la nevera de los pescados. Por lo general tienen poca edad como para querer ayudar a su mamá con el mercado y demasiada edad como para que su representante los encaje en el compartimiento superior del carrito. Cuando ya no caben en este grillete, en algunas ocasiones los padres los colocan directamente donde van las compras, dándoles libertad absoluta para destrozar con sus pies todas las frutas y bolsas de papitas. Como con muchos otros personajes, son adorables a distancia, pero sólo a distancia.
3 La cajera del mal día
Hago la salvedad: No todas las cajeras tienen mal humor. Es más, puede que ni siquiera sean la mayoría. Pero basta con que nos toque la que se despertó con el pie izquierdo (que con toda seguridad hay por lo menos una en todo supermercado) para que le destruya la reputación a las demás. Todo comienza con un “¿afiliado?” pronunciado con voz baja, entre dientes y sin establecer ningún contacto visual (su mirada está por lo general divagando alrededor del resto del local, como si estuviese deseando que se iniciase un incendio o un asalto masivo que le diese la oportunidad de irse para su casa de una vez por todas). Algo que suele suceder con ella es que su mala vibra se transporta hacia otros elementos y conlleva a que ninguna de las tarjetas del cliente quiera pasar o que se caiga el sistema por completo. Su mal humor y desdén por lo que hacen sólo rivaliza con los de las secretarias de las oficinas públicas.
2 El que va abriendo artículos antes de pagarlos
El escudo de su bandera es una bolsa de papitas abiertas, al lado de una manzana masticada. Es una verdadera amenaza para los supermercados, un abusador que generalmente se escuda de las miradas desaprobatorias de los demás clientes explicando: “yo esto igual lo voy a pagar”.
1La amiguera
Parece ser la dueña del supermercado. Conoce por el primer nombre a todos los empleados: desde las cajeras, hasta los que atienden las carnicerías, pasando por los encargados de los anaqueles que solamente van al mercado una vez a la semana. La experiencia del supermercado es para ella sumamente cordial y gratificante.